4 grandes mitos urbanos que reaviva la pandemia en Latinoamérica

¿La ciudad es la causa de todos los males? ¿Es realmente la densidad demográfica un problema? ¿A qué llamamos patrimonio y cuál es su importancia? Estas y otras preguntas más fueron las que se abordaron el pasado pasado 14 de mayo en el conversatorio virtual “Más allá de los mitos sobre las ciudades latinoamericanas”, en el marco del Foro a Distancia Desafíos Urbanos Después de la Pandemia, organizado por el Instituto Lincoln.

En este primer conversatorio, Antonio Azuela, profesor e investigador de la Universidad Autónoma de México (UNAM), abordó cuatro grandes mitos urbanos, con el objetivo de dar inicio al foro y la discusión en torno a los inéditos desafíos que transformarán las ciudades y territorios de América Latina y el Caribe, frente a la pandemia del COVID-19. 

“He preparado un conjunto de reflexiones sobre el sentido común que circula sobre las ciudades, lo que piensa el público en general y los retos para la actividad periodística en estos temas urbanos. Voy a tratar de abordar un tema general, cubriendo cuatro temas problemáticos y específicos”, explicó Azuela. 

En ese sentido, enfocó la discusión en torno a los siguientes temas: la urbanofobia, el urbanismo como seguridad del futuro, el conflicto como anomalía y los demonios del patrimonio.

Mito 1: La ciudad es el reino del mal

Azuela señala que existe un síndrome cultural muy importante, el cual tiene que ver con uno de los primeros “referentes problemáticos” a los que se enfrentan los periodistas. Este tiene que ver con la idea de que las ciudades matan. Existe una preconcepción de que a medida que la humanidad se urbaniza, la sociedad pasa a enfrentar mayores problemas morales. 

“Esto toma mayor fuerza en el siglo XVIII, cuando las ciudades aparecen como focos de pobreza, miseria y maldad. De igual manera, la ciudad que nos describen Charles Dickens y Friedrich Engels en el siglo XIX, es un espectáculo dantesco, nos hace muchas veces ir hacia atrás y añorar el mundo rural, como uno moralmente superior”, explica el orador. 

Azuela, quien también es un abogado y sociólogo especializado en temas urbanos, señala que la urbanofobia se ha vuelto un tema central en las ciencias sociales. “Todavía hoy, cuando hablamos de ciudades globales, parece que las miramos con recelo y miedo”, precisa. 

Sin embargo, señala que el fenómeno de la urbanofobia no es homogéneo y aparece con variantes a lo largo del planeta. Por ejemplo, en Europa el foco está en convertir a las ciudades en entornos más sostenibles; mientras que en Estados Unidos prevalece la idea de que las urbes son “malas” y se debe volver al campo. 

Respecto a Latinoamérica, el experto dirige al público la pregunta sobre si el destino de la región será el ambientalismo o el urbanismo. Si bien indica que, desde su punto de vista, el foco debería estar en qué ciudades deberíamos tener, en vez de si debemos tenerla o no. 

En el caso particular de México, país del que Azuela es originario, señala que en la literatura están las dos caras de la moneda. Por una parte,  hay periodistas importantes que se han dedicado más bien a realizar una crítica de la urbe. Entre ellos, Arturo Sotomayor, autor del libro “la metrópoli mexicana y su agonía” y Gustavo Alatriste, director de “Quien resulte responsable”. Mientras que del otro lado están escritores como Héctor de Mauleón, autor de “La ciudad que nos inventa”, quien está más cerca de ser apasionado de lo urbano. 

De igual manera, Azuela señala que existen las dos caras de la moneda de la urbanofobia en el discurso oficial. Cuenta que en México hay un afán por mantener a la población en sus lugares de origen: la migración del campo a la ciudad se ve como una calamidad, además de que existe la idea de que el estado se creó para hacer justicia en el campo, sin mirar a la ciudad. Indica que hubo políticas de industrialización, asociadas al proceso de urbanización, pero de parte de la élite nunca hubo un proyecto sobre un futuro urbano. 

“Sería interesante comparar distintas realidades de la región. Hay países latinoamericanos que están orgullosos de su tradición urbana. Probablemente Brasil y Argentina no sientan vergüenza de ser ciudades predominantemente urbanas. Pero en una sociedad como la mexicana tiene un problema con la ciudad (…). No queda claro si las ciudades son un problema o solución, si bien cualquier historiador serio sabe que el problema del excedente demográfico en el campo, se resuelve en la ciudad y que las ciudades son una solución a los problemas del campo”, agrega. 

En este punto, el sociólogo hace un llamado a encontrar un balance, pues hay una trampa en la que pueden caer los entusiastas de lo urbano y tiene que ver con no hacerse cargo del “malestar ruralista”.

“A lo mejor a los urbanistas nos ha faltado ver esa relación ciudad-campo y no ciudad o campo, como entes separados. Lo mejor sería decir: el futuro de la urbanidad será urbano-rural o no será”, puntualiza. 

Mito 2: La ciudad es un negocio de corrupción

Si se mira el caso de México, todas las utopías suelen ser rurales, como la del zapatismo. En ese sentido, desde cada país, vale la pena preguntarse cuándo fue la última vez que hubo una utopía urbana, entendiendo a estas como un mapa para llegar a algo. 

“(En México) Muchos han visto una sola utopía que es la comunidad indígena sustentable en el mundo rural. Yo no puedo ver en el espacio público mexicano de los últimos 40 años un ejemplo de una utopía urbana, de una idea de futuro urbano, que atraiga a mucha gente”, señala. 

¿Ciudad satélite? ¿Ciudad universitaria? Dice que en las últimas décadas la planeación urbana no existe una idea de futuro que entusiasme a las masas. 

“Para gran parte de la ciudad, la planeación urbana es un ejercicio de congelación de los usos del suelo. ¿Qué quiero decir? Que cuando hay una movilización social en relación con la planeación urbana, lo que existe es la demanda de que las cosas no cambien, porque nuestra calidad de vida y nuestros barrios residenciales, unifamiliares, se ve amenaza por transformaciones”, explica. 

Dice que hay una crisis de de urbanismo como oferta de futuro. Al preguntarse qué es la planeación, señala que en  México no es más que un conjunto de planos, tablas y regulaciones complejas. Lo que más le interesa a la gente es la demarcación de las alcaldías y los usos del suelo en ella, más que todo para asegurarle a los “ricos” que nada va a cambiar.

“Hay un urbanismo de privilegio que debería ser un escándalo y no lo es porque no hay un pensamiento crítico urbanístico que llegue a los medios de comunicación y nos hable sobre lo que hemos hecho. (…) ¿Puede haber un urbanismo para el cambio? Que nos hable del futuro. Que nos diga cómo puede ser mejor nuestra ciudad y que no sea visto como corrupción, porque cuando hablamos de transformación de la ciudad, hablamos de obras, de empresas constructoras e intereses. Esto, al menos en la Ciudad de México, se ha vuelto una conversación en donde hablar de transformaciones urbanas es hablar de “El Cartel Inmobiliario”, explica.

Advierte que si las personas ven la transformación de las ciudades solamente como un negocio de corrupción, no podrá, ni querrán pensar en el futuro de las mismas. 

En este punto, se pregunta sobre el rol del urbanista: ¿Es un visionario o estatista? ¿Es aliado de las promotoras inmobiliarias? ¿Un enemigo del medio ambiente? Sin embargo, el sociólogo dejó el tema sobre la mesa como una reflexión.

Mientras tanto, uno de los moderadores invitó al público, a su vez, a hacerse una pregunta fundamental:  ¿cuándo fue la última utopía urbana que hubo en sus ciudades?

Mito 3: Los conflictos urbanos son una anomalía

Tras explorar los conceptos de urbanofobia y la percepción de que los proyectos urbanos son eminentemente corruptos, el especialistas se detuvo en otros de los grandes mitos que esto puede generar: existe una ciudad perfecta. Muy por el contrario, Azuela señala que el conflicto es inherente a los entornos urbanos.

La ciudad por definición es un hecho violento. Construir es ejercer violencia contra el paisaje por definición. Lo aceptamos porque aquello que vamos a edificar va a compensar los daños, pero evitarlos es algo imposible. El conflicto es inherente, natural a la ciudad moderna”, precisa. 

Asimismo, el especialista propone tres fuentes de conflictos urbanos, que serían la expropiación, la exclusión y la transformación del entorno. Sin embargo, realiza una invitación a tomarlos como algo natural. 

“Los invito a reflexionar sobre esto como algo normal y a pensar no sobre quién produce el conflicto, sino sobre qué produce. Desde el punto de vista de la sociología, esto podría ser la reconfiguración del territorio (simbólica y a veces fáctica); los usos (inesperados) del derecho; y la irrupción u ocupación de la esfera pública”, indica. 

Mito 4: El patrimonio lo es todo

Como último punto, Azuela menciona el patrimonio, en el sentido de que si bien hay que cuidarlo, también se debe cuidar a la sociedad de sus excesos. 

El patrimonio son los bienes inalienables que mantenemos para las generaciones futuras. Es un capital simbólico del poder, pero no todo es patrimonio, recuerda el especialista, además de que este suele ser una excusa para excluir.

“¿Es realmente necesario preservar todo? ¿Queremos hacer eso?”, se pregunta el sociólogo. 

***

Con la exposición de estos cuatro grandes mitos, surgieron aportes y preguntas entre los asistentes. Entre ellas, una relacionada con el concepto del urbanismo vertical, específicamente sobre si la densidad demográfica realmente es un problema. 

“El modelo de la ciudad compacta es prematuro. Nuestra responsabilidad ahora es observar la crisis para ayudarle a los que están en el poder a gestionarla. Es una crisis que incluye movimientos en el mercado inmobiliario y saqueos de comercios y viviendas. Tenemos que comprender la naturaleza de la crisis y no precipitarnos a prefigurar el modelo urbano del futuro”, reflexionó Azuela, entre las respuestas. 

De igual manera, antes de dar fin al evento, se hizo un llamado no solo a pensar en lo que ocurre en los espacios públicos de las ciudades, sino también en lo que pasa puertas adentro, en las viviendas. Esto sobre todo en un entorno en donde la sociedad se ha volcado hacia “lo privado”, en medio de la cuarentena. 

“Hay una fascinación por el espacio público. Sin embargo, el urbanismo no suele pensar en lo que pasa dentro de la vivienda. Hoy la humanidad está defendiendo la vivienda. Es el lugar para hacer frente a la pandemia, pero también el de la violencia familiar. Es un microcosmos liberador y opresivo al mismo tiempo, si bien no nos hemos tomado muy en serio lo que pasa ahí dentro”, advirtió. 

Finalmente, con la ronda preguntas concluyó el encuentro virtual organizado por el Instituto Lincoln, una fundación privada que ya tiene 25 años de presencia en América Latina y que busca contribuir al diálogo público y la toma de decisiones sobre políticas de suelo por medio de la investigación, capacitación y comunicación efectiva.

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