Mediante el Urbanismo Táctico, que engloba acciones livianas, rápidas y baratas que impactan en el largo plazo, el equipo de Ciudad Emergente encontró una manera de contribuir con el desarrollo urbano sostenible en Chile
Santiago de Chile.- Con acciones livianas, rápidas y de bajo coste, 40 personas lideradas por Javier Vergara, arquitecto de la Pontificia Universidad Católica de Chile (UC), trabajan para generar cambios a largo plazo en 10 países. El equipo se llama Ciudad Emergente y hace ya siete años que usa el Urbanismo Táctico como una herramienta para mejorar la calidad de vida en las ciudades latinoamericanas.
Hoy, tras replicar una experiencia llamada “Malón Urbano” en distintas partes de Latinoamérica, el equipo trabaja de la mano con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para poner a las personas en el centro del desarrollo urbano con el proyecto “Ciudades Compartidas”. El trayecto ha sido largo desde el primer acercamiento al Urbanismo Táctico, pero Javier Vergara, su fundador, afirma que no cambiaría nada, tras siete años de aprendizajes, desafíos y experiencias.

Caracópolis: ¿Dónde inicia la historia de Ciudad Emergente?
Javier: Ciudad Emergente nace en Nueva York, como un emprendimiento. Muchas cosas estaban empezando a ocurrir allí en torno al Urbanismo Táctico y este proyecto comenzó a absorber todo eso. En 2011, cuando partimos, comenzamos a recopilar experiencias de distintas partes del mundo, sobre todo de Latinoamérica. Con eso, publicamos un libro digital, en alianza con una organización llamada Street Plan Collaborative.
Quizá fue una muy buena forma de partir, porque si bien no teníamos muchos proyectos, poseíamos un conocimiento bien amplio de lo que estaba pasando en la región en ese entonces y allí empezó a hacerse más conocida Ciudad Emergente. Rápidamente empezamos a llevar adelante proyectos más concretos, sobre todo en Chile, porque gran parte de nuestras redes estaban aquí.
¿Cuál fue su primera experiencia de Urbanismo Táctico?
Uno de los primeros proyectos que hicimos se llamaba Malón Urbano, que sería algo así como una fiesta de traje, donde todo el mundo trae algo. En México creo le dicen Guateque, en Chile le decimos malones. Partimos haciendo eso con el ánimo de comenzar a involucrar a la gente en el planeamiento de sus ciudades con estas tácticas urbanas que en definición son acciones de corto plazo. Son rápidas, fáciles de hacer, baratas, pero buscan impactar en el largo plazo.
En el caso del Malón Urbano, la acción a largo plazo era construir confianza. Desde allí en adelante han pasado distintas cosas. Una vez que uno construye vínculos con los vecinos es más fácil impulsar cosas más concretas, como temas de movilidad, recuperación ambiental y patrimonial, cambio de políticas públicas, etc.
¿Cuántas personas comenzaron en Ciudad Emergente?
Una (risas). Lo que hice fue buscar rápidamente un grupo de gente a la que le interesara cofundar esto. Así partimos 9 personas.
¿Cuánto tiempo le tomó concretar Ciudad Emergente?
Yo creo que nunca está concretada. De hecho, el objetivo y el propósito son bien amplios. Se trata de construir de forma colectiva la ciudad y eso no tiene fin. Uno puede estar haciéndolo constantemente, pero cuando realizamos el primer proyecto en Chile, nuestro primer Malón Urbano, ya había pasado casi un año desde que partimos. Antes de eso, estuvimos afinando el proyecto: de qué se trataba, los objetivos, el propósito, la web.
«Santiago es una ciudad entretenida, con ciertas deudas, pero estimulante», Javier Vergara
¿Cuál fue el principal obstáculo?
Siempre está el tema del financiamiento, pero si uno se pone metas como: “ya, vamos a hacer esto de forma seria, comprometida”, vas logrando las cosas. De hecho, creo mucho en ese dicho de que para llevar adelante de forma exitosa un proyecto, un negocio o lo que sea, necesitas un 1% de talento y un 99% de perseverancia. Tu idea puede ser muy brillante, pero si tienes poca capacidad de ejecución, las cosas no ocurren.
¿Y un aprendizaje?
Es súper importante partir con algo que exista, que tenga nombre y web, además de eso también contribuyó mucho ponernos una meta. Yo dije: “si de aquí a 6 meses no conseguimos financiamiento, seguimos buscando otra cosa”, y al mes 5 logramos levantar el primer capital. Era un fondo de emprendimiento que el gobierno de Chile impulsaba y eso ayudó a “pagar la olla”.
Porque claro, al principio Ciudad Emergente era un emprendimiento que no generaba ingresos. Entonces de a poquito fue una bola de nieve: primero un fondo que nos permitió seguir avanzando, luego un proyecto remunerado, que además nos ayudó a darnos a conocer y de a poco comenzó a tomar forma el proyecto.
¿Cómo fue la acogida?
Al principio de duda, de suspicacia, como por ejemplo: ¿por qué están haciendo malones? Hubo que explicar que era Urbanismo Táctico. No existía esa palabra en Chile. No estaba en el discurso, no había conversación sobre eso. Lo que Ciudad Emergente probablemente logró hacer fue instalar el tema aquí. Hacer que las autoridades, los políticos, los arquitectos comenzaran a hablar de esto y de centrar la ciudad en las personas, porque muchas veces las ciudades se quedan diseñadas desde cuatro paredes.
Pasa que se quiere hacer las cosas mejor, pero sin siquiera preguntarle a las personas qué es lo que quieren y eso al final es una fórmula bien complicada, porque si no involucras a la gente desde el comienzo en un proyecto, finalmente ellos se sienten como un receptor pasivo de un beneficio, e incluso pueden tener una respuesta bien negativa.
¿Y ahora qué viene para Ciudad Emergente?
Lo que estamos tratando hacer hoy día es organizar bien el crecimiento, porque Ciudad Emergente durante 7 años fue una organización pequeña de no más de 10 personas. Actualmente es tres veces más grande de lo que era antes y eso es un desafío importante para nosotros.
¿Qué le motiva a seguir impulsando Ciudad Emergente?
A veces la ciudad tiene unos tiempos muy lentos de construcción. Eso hace que la gente se decepcione mucho de los temas urbanos. La motivación que tengo tiene que ver con acortar esto. Pienso que la gente puede ser incluida desde un primer momento en un proyecto de ciudad. Uno más ágil, táctico. A veces esto ayuda a que la gente se motive a hacer cosas. Que dejen de ser un receptor pasivo y pasen a ser un agente de cambio en su barrio.
Por último, ¿qué le falta a las ciudades latinoamericanas para avanzar?
Yo creo que hay una deuda bien grande de equidad territorial. De hecho, toma cualquier ciudad. Ponte tu Santiago. Santiago es muchos Santiagos al mismo tiempo. No es una sola. No se ve y vive de forma igualitaria. Estamos en un continente que está muy urbanizado, y las diferencias sociales, o de ingresos, tienden a ocultarse de alguna manera en las zonas rurales, pero en la ciudad es muy evidente.
Hace falta llegar a ciertos acuerdos. Es necesario crear espacios de diálogo, encuentro y visiones consensuadas. Y esto se puede lograr en la medida en que la gente se involucre. Si alguien no lo hace, las decisiones las va a tomar alguien más y no necesariamente serán las mejores. Hay que hacerse parte. De alguna forma, con un granito de arena, pero hacerlo, porque esto, además, contagia a otros a hacer cosas.
Fotografías cortesía de Ciudad Emergente.
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